Sábado, 27 de julio de 2024
Eran las 16:30 y llegamos puntuales a la puerta de la entrada principal de la Quinta Magnólia. Era una tarde de verano, calurosa y húmeda, al estilo tropical de Madeira. Mientras nos preparábamos para entrar en el recinto, el primer clásico que veríamos esa tarde se acercaba por la Rua Dr. Pita. El autobús Mercedes-Benz L406 D, al servicio del Turismo de Madeira ese fin de semana, transportó gratuitamente a tantas personas como permitía su capacidad y llevó hasta los jardines de la Quinta Magnólia a un buen número de turistas visiblemente encantados, recogidos en las paradas previamente anunciadas.
Al cruzar la puerta, ya se oían las palmas al ritmo de la canción Blue Suede Shoes de Elvis Presley. Nos apresuramos para no perdernos lo que estaba pasando ―fuera lo que fuese, parecía bastante animado― hasta que llegamos a la zona ajardinada, donde tenía lugar una actuación ineludible. La bienvenida a los Clásicos en Magnólia fue por todo lo alto. Más de una docena de bailarines reproducían no solo los movimientos del rock and roll de los años 50, sino también la icónica forma de vestir: chaquetas letterman, vestidos de lunares, pañuelos en la cabeza, pintalabios rojo y otros detalles de la irreverente elegancia de la posguerra... Nos habían ofrecido una tarjeta de embarque para un viaje en el tiempo e íbamos a hacer buen uso de ella.
Una vez terminada la representación, la multitud se dispersó y la imagen que habíamos idealizado apareció en nuestro campo visual. Varias docenas de coches llegaron elegantemente, parándose sobre el verde césped. Como esperábamos, no eran coches comunes. Eran auténticas reliquias de los años 50, impecablemente conservadas, con un brillo que rivalizaba con el de cualquier flamante coche recién salido de fábrica.
En homenaje a los años de producción automovilística entre 1950 y 1955, la quinta edición de Clásicos en Magnólia contó con 33 coches y 12 motocicletas, la gran mayoría propiedad de madeirenses. El evento anual pretende rendir homenaje a los entusiastas que se dedican a preservar estos vehículos, al tiempo que constituye un acontecimiento de entretenimiento turístico que, por su envergadura, ya forma parte del calendario oficial de animación turística.
Nuestra primera parada fue en la entrada de la exposición, frente al vehículo invitado de este año: una limusina Mercedes-Benz 300D Adenauer de la colección de la Región Autónoma de Madeira. La historia de este coche era tan notable como su aspecto. Fabricado en Alemania en 1952, se matriculó por primera vez en diciembre de ese año. Un año después, fue comprado por George Welsh, y en 1971 fue adquirido por el Estado portugués para el Gobierno Civil del Distrito Autónomo de Funchal. A partir del 25 de abril de 1974 (revolución portuguesa que marcó la transición hacia la democracia), pasó a ser el coche oficial del ministro de la República, y posteriormente fue transferido a la Presidencia del Gobierno Regional. Un verdadero tesoro histórico.
Continuamos nuestra visita, ya completamente inmersos en el ambiente revival de los años 50. Algunos de los himnos más conocidos de la década seguían resonando en el jardín, pero el festín automovilístico no había hecho más que empezar... Austin, Jaguar, Land Rover, VW, Rolls-Royce, Mercury, Mercedes y MG eran solo algunas de las marcas que nuestros ojos podían distinguir, a distancia, sin ninguna equivocación. A medida que nos acercábamos a cada uno de los vehículos, podíamos ver sus relucientes carrocerías, reflejo de todo el cuidado y dedicación de sus propietarios. A través de las ventanillas abiertas, cortesía de algunos de los propietarios más relajados, pudimos ver y sentir cada detalle del interior de los coches, desde los revestimientos de madera de los salpicaderos hasta el inconfundible olor del material de la tapicería de cuero.
Fue en uno de esos momentos de curiosidad cuando, al acercarnos tímida pero curiosamente a un descapotable expuesto, nos invitaron a sentarnos al volante. El vehículo en cuestión era un MG TF 1500 de 1954, rojo. Su capota beis recogida hacía juego con su interior en los mismos colores. Sentarse en el asiento del conductor fue lo mejor de aquella tarde... el volante de estilo deportivo inglés, la radio antigua, la tapicería de cuero beis... incluso sin arrancar, nos sentíamos como si viajáramos a varios kilómetros por hora a través de las telarañas del tiempo.
En un nivel inferior al que nos encontrábamos, sobre un césped igualmente verde, pudimos ver una zona dedicada a los vehículos de dos ruedas. Alrededor de una docena de coloridas motocicletas, también fabricadas entre 1950 y 1955, estaban congregados numerosos curiosos, que trataban de inmortalizar lo que veían con las cámaras de sus teléfonos móviles.
Eran casi las 19:00, pero el día seguía siendo caluroso. La emoción y el calor nos pedían un refresco, pero al mismo tiempo empezaba un concierto en el quiosco de música del jardín. Vehículos aparte, lo cierto es que la animación de Clásicos en Mágnolia es casi un acontecimiento en sí mismo. El templete, que por la mañana había acogido la «Tertulia de los Clásicos», en colaboración con la radio TSF, y un espectáculo de artes circenses, celebraba ahora un concierto de artistas regionales, con un repertorio muy adecuado para la ocasión, con canciones que iban del rock al jazz. La ansiada coca cola tendría que esperar, ya que estábamos decididos a no perdernos ni una sola canción.
Después del concierto, dimos algunas vueltas más por el jardín y paramos en alguna ocasión para charlar con los propietarios de algunos de los vehículos que allí se encontraban. Confirmamos nuestra sospecha sobre el trabajo de mantenimiento que supone tener uno de estos coches. Conseguir presentar un coche de setenta años en ese estado inmaculado y funcional es un trabajo que requiere mucho tiempo, dedicación y habilidad. Descubrimos que, en muchos casos, son incluso los propietarios quienes reparan sus vehículos, con conocimientos aprendidos durante décadas pasadas con el capó abierto o bajo el motor. La visible pasión de estos coleccionistas por sus automóviles es combustible suficiente para alimentar largas horas de conversaciones que trascienden la mecánica y se funden con sus vidas y las de sus familias, a veces remontándose una o dos generaciones atrás. Antes de que nos diéramos cuenta, era hora de irse, pero las conversaciones que quedaban a medias encontrarían la forma de reanudarse.
La Quinta Magnólia volvió a abrir sus puertas al día siguiente, domingo, con cientos de visitantes deseosos de explorar la rica colección de vehículos clásicos de la región y disfrutar de un día lleno de entretenimiento. Por aquí, ya estamos anticipando un viaje al futuro, al Clásicos en Magnólia de 2025, que reunirá coches de coleccionistas madeirenses de la segunda mitad de la década de los 50.